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El conejo brilló en el MUNA bajo la Luna

Docenas de personas se concentraron al rededor de un árbol de maquilíshuat en el Jardín Rupestre del MUNA, para conocer más de la tradición oral salvadoreña.

La velada comenzó con la invitación a ver el conejo de la luna llena y escuchar los instrumentos ancestrales en el MUNA bajo la Luna, que se llevó a cabo el 7 de marzo.

El programa tuvo como narradores al viceministro de Cultura, Eric Doradea, y al sacerdote maya Gustavo Pineda, quien labora en la Dirección General de Multiculturalidad.

Ambos contaron las historias de la creación del sol y de la luna; relatos del árbol de orejas o conacaste y del maquilíshuat; de los dioses Tlaloc y Xipe Totec, y de las creencias que las rodean en la cosmovisión indígena de los  nahuas y mayas.

Una de estas creencias es que el conejo que se ve reflejado en la luna llena puede causar labio leporino en los niños que están por nacer, cuando la madre es expuesta al reflejo del astro, porque el conejo come.

“Recuerdo que hace mucho tiempo, cuando se iba la energía eléctrica gritábamos y cuando regresaba volvíamos a gritar. La oscuridad nos recuerda lo primitivo, el vientre de la madre, un espacio oscuro pero lleno de amor. Esperamos en el próximo MUNA bajo la Luna tener telescopios y poder ver el conejo en la luna”, dijo el viceministro Doradea.

“En esta ocasión, la cita coincidió con el tercero de los trece plenilunios del año, que astronómicamente ocurre cuando la tierra se sitúa en línea recta entre el sol y la luna, dejando a nuestro satélite completamente iluminado, y podremos percibir con mayor detalle los rasgos de su superficie”, indicó el director del MUNA, Danilo Villalta.

“Este tipo de encuentro es necesario para recuperar la conexión, el hilo que ha quedado suspendido. Esta noche se está tejiendo un petate de identidad donde, como en el pueblo, cada uno de nosotros va a conocer esa cara que la ciudad nos vuelve desconocida. Sigamos construyendo ese espíritu y gracias por compartir la palabra originaria esta noche”, comentó el joven Gonzalo Vásquez.

Entre los presentes se encontraban miembros el Club de Ciclistas Delgadenses, quienes deseaban escuchar las historias. “Nosotros tenemos una tradición indigenista larga en Ciudad Delgado, donde hay varios barrios y calles con nombres indígenas como Paleca y Aculhuaca, que se llama así porque allí se establecieron los indios alcohuas que venían con los españoles”, dijo el visitante David Panamá.

Al cierre del programa se invitó una vez más a observar el conejo de la luna con los sonidos ancestrales del teponahuaste, el pito, el tambor y la ocarina del grupo de música experimental Yohuali Ehecat o Viento Nocturno.