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Mitos y tradiciones de San Antonio Abad se conocieron en Maquilíshuat bajo la Luna

El cofrade Celio López compartió los relatos y personajes mitológicos que conoció en su niñez, así como pormenores de la tradición de la danza de los historiantes, en la que participa desde hace cuarenta años.

El Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán llevó a cabo una edición más de su programa Maquilíshuat bajo la Luna el pasado sábado 3 de junio, con la participación del cofrade Celio López, maestro ensayador de la danza de los historiantes o moros y cristianos de San Antonio Abad.

“San Antonio Abad queda fundado como cantón de San Salvador en 1903. Es descendiente del lugar llamado el pequeño Cuscatlán o Cuscatancingo. Cuando se formó la aldea, se pusieron en práctica cofradías y todo el sistema de tradiciones que se mantiene a la fecha”, contó López, flanqueado por dos personajes vestidos de moros.

“Aunque el tiempo ha cambiado, nuestras leyendas siguen, les seguimos dando vida”, dijo el cofrade al compartir recuerdos de su vida en un lugar rural junto a su familia, en especial a su abuelo, de quien escuchó todo tipo de historias sobre personajes mitológicos como la del Cadejo Negro y el Cadejo Blanco, la Siguanaba y el Cipitío, entre otras.

“Cuando a uno le contaban esas leyendas, uno no podía ni dormir porque pensaba que iba a llegar la Siguanaba y lo iba a jugar todo y lo iba a dejar todo vereco. Cuando salía a medianoche en el caballo de mi abuelo, él se dio cuenta y me dijo: ‘No andés trasnochando, que te va a jugar la Siguanaba’”, narró.

Una de las creencias que tenían los habitantes de San Antonio Abad es que la gente se transformaba en animales y es por eso que el cantón era considerado como “lugar de los micos”.

“Yo conocí a dos personas que se convertían en micos y por las noches iban a molestar las casas adonde vivían señoritas y no las dejaban dormir; si eran techos de lámina las rascaban, si eran de tejas se oía que movían las tejas”, aseguró López, quien con los años se convirtió en parte de las actividades religiosas de su cantón.

“En la Semana Santa participaba como apóstol y luego me convierten en sacristán de la iglesia,  y de sacristán paso a ser el diablo del torito pinto, luego a la danza del cuche de monte, la danza del venadito, hasta llegar a la danza de los moros y cristianos, que son los historiantes”, compartió.

Durante su relato, el cofrade estuvo acompañado de dos personajes de moros: uno tenía un casco con una sirena encima y el otro una corona; de sus coloridos cascos caían listones de colores y sobre la frente de sus máscaras barbadas había monedas. Una capa, botas y pantalones bombachos eran otros elementos que destacaban en el vestuario.

“Pueden decir que la danza de moros y cristianos es introducción de los españoles, pero ellos pusieron el diálogo de la historia y nuestros antepasados, la danza y la música. En la danza se usan los cuatro puntos cardinales y dos círculos: mayor y menor y esto es aporte de nuestros antepasados”, detalló el invitado sobre la tradición traída por los peninsulares y que trata sobre cómo se impuso el cristianismo a los musulmanes que habitaban tierras españolas.

“Yo tomé este compromiso de ser parte de la danza en 1983 y la promesa fue hacerlo hasta donde Dios quiera. Así habían muchos danzantes, porque le prometieron a San Antonio Abad bailarle cinco años o diez años por agradecimiento de sus milagros realizados, como salvar a un familiar de una enfermedad o darle más cosechas. Ahora los que participan lo hacen en memoria de sus abuelos y padres que bailaron”, aseguró.

El  maestro ensayador recordó también que cuando se involucró en las danzas comenzó a fabricar los trajes a mano, las máscaras de madera y los instrumentos como el tambor y las flautas de carrizo de bambú.

“Estamos fascinados con la historia de los historiantes. No la conocía. Siendo salvadoreña y de 49 años, ya debería saber esas cosas y no las sabía. Yo vivo cerca de la zona y no sabía que San Antonio Abad tenía toda esa tradición”, expresó Elsa Barrientos, quien asistió con un grupo de amigos.

Por su parte, el director del MUNA, Danilo Villalta, agradeció al cofrade por “compartir todas las historias, mitos y tradiciones familiares que han sido contadas en primera persona porque han sido vividas. Maquilíshuat bajo la Luna es un espacio para que tengamos esta aproximación hacia nuestra cultura comunitaria viva”, indicó.

El director del museo invitó a la siguiente edición del programa, que tendrá lugar en la luna llena de julio.