Lilliam Armijo, que concursó con el seudónimo Alex Floyd, fue la ganadora de los XXIX Juegos Florales de Santa Ana en la rama de Poesía, el año pasado, con la obra “Otoño blanco”.
El manuscrito fue elegido por su claroscuro lirismo y su simbólico viaje hacia la evocación, donde transitan la nostalgia y la ternura a través de los elementos como la nieve, el hielo, el chubasco, el granizo y el invierno.
Armijo nació el 27 de marzo de 1984. Realizó sus estudios universitarios de Relaciones Internacionales en San José, Costa Rica. En 2008, ganó la beca Miguel de Cervantes para estudiar maestría en la Universidad Alcalá de Henares, y el Instituto Ortega y Gasset.
Trabajó con Naciones Unidas en Bangkok, Tailandia, durante cinco años; en 2013, se trasladó a Dakar, Senegal, donde trabajó para la ONG Save the Children hasta 2017. Actualmente, reside en Viena, Austria, y se dedica a la escritura de poesía y literatura infantil.
Su obra “Otoño blanco” está compuesta por dos partes: la primera, titulada La niebla, incluye los poemas “Bosque de Plata”, “El Forastero”, “Ceniza”, “Las migajas”, “Conversaciones”, “Llovía y yo dudaba” y “El canto de la alondra”.
La segunda parte, denominada Sobre la hierba, la conforman los versos: “La Espera”, “Apocalipsis”, “Encuentro”, “Las últimas abejas”, “La ciudad flotante”, “Siniestro”, “Una tarde después del silencio”, “Cuento ancestral de la piedra relámpago”, “Profecías de un futuro lejano” y “Recuerdo en la tarde de lluvia”.
“‘Otoño blanco’ es un poemario que explora la soledad del artista, a la vez que explora la soledad del migrante en condiciones sin precedentes de la pandemia. En su totalidad, los poemas fueron escritos lejos del país de origen, en el otoño europeo que forjó cada texto para que fuera una evocación a lo dejado atrás”, explicó la escritora.
“El tono del libro es gris, pues quería semejar al frío como metáfora de la soledad misma. En ese contexto, la poesía es una herramienta de sobrevivencia en el otoño blanco de la vida”, añadió Armijo.
Otoño blanco
(Fragmento)
Una tarde después del silencio
Vino de la nada a salvarnos,
dijeron en la radio,
mientras el campo amarillo se abría
delante de nosotros
como un segundo horizonte.
Al llegar a lo alto de la colina
nos esperaba un jardín salvaje de peonías rojas
que regamos con nuestra risa.
Ayer no estaban aquí, dijo Leonor.
Su voz infantil bajó dando tumbos
a través de la hierba.
El color de las peonías
me habló de lo que había sucedido
las últimas semanas, de los seres
derrotados por la enfermedad y el silencio.
Separarlas de la campiña sería cruel, dijo Jazmín.
Su pequeña voz era una leve brisa.
Largas piernas y vestidos cortos,
fuimos lisiadas por la lengua filosa de las ortigas.
Su veneno era del color de la tarde.
Pero no nos importó y seguimos tendidas,
pues el crepúsculo se abría como una flor inmensa,
la primera suspendida en el fondo del cielo,
luego de largos meses de silencio y de frío.
