La danza de los tabales es la expresión de religiosidad popular más importante de Ereguayquín, Usulután.
Un año más, Ereguayquín celebró este mayo su romería a san Benito de Palermo con música de chanchona, la danza de los tabales y el canto de letanías en la entrada de la parroquia.
“Yo soy un pobre negrito, que vengo de nicho en nicho. Vengo a celebrar la pascua a mi padre San Benito”, reza una de las muchas letanías que cantan los creyentes para dar gracias por los favores recibidos del santo.
“La danza de los tabales es realizada a san Benito de Palermo, personaje que con el tiempo llegó a ser un ícono del mulato campesino de la zona oriental, en la que los que obtienen el milagro de las lluvias y las cosechas están comprometidos a bailar al menos una vez al año esa danza, porque este pago es el reconocimiento del milagro de la abundancia”, refiere la antropóloga Marielba Herrera en su ensayo académico “Exvotos a santos y patronos: el poder de las imágenes sagradas”.
La tradición se lleva a cabo en Ereguayquín desde hace muchísimos años, relató la portadora de cultura de 79 años de edad, María Antonia Chavarría: “Cuando yo estaba bien pequeña mi mamá (Sara Josefina Castillo de Chavarría) trajo la tradición porque ella vivía en Santa Elena y allá lo celebran también. Mi mamá dijo que aquí necesitaban una fiesta y que ella iba a moverse para traer a san Benito de Palermo, y ya comenzó ella a hacer las letanías, y ya empezamos con un grupo a cantar con ella”.
En la actualidad, el baile es ejecutado por personas que como complemento a su vestimenta normal usan sombrero y cargan una matata, un espetón y un pañuelo que mueven al ritmo de la música de chanchona y el canto de letanías, muchas de las cuales fueron escritas por la madre de doña Antonia, según relató la septuagenaria.
“Con ella (mamá) íbamos a los cantones. Ella tenía el conjunto de cuerda y yo era la que cobraba; valía un cinco (centavos) la pieza. Bailaban y yo les decía a los músicos que la hicieran corta, lo hacía para bailar un momentito y tocar otra pieza porque andábamos recaudando fondos para los tamales, el pan y el café, porque era toda una semana la fiesta de san Benito de Palermo”, recordó.
Según la investigadora Nora Marilú Roque, la celebración inicia con la misa de Novena, después se lleva la imagen de san Benito al atrio de la iglesia, le cantan las letanías y le piden licencia para bailar los tabales.
“Antes venían de Santa Elena, de Santa Clara, de Los Arenales, de Jucuarán, de San Jorge. Venía la gente a pagar su promesa y ya mi mamá les daba sus copias de las letanías para que todos cantáramos, y como ella tenía una voz preciosa, entonces ella ensayaba todo lo que íbamos a cantar los del grupo de aquí, pero los que venían cantaban como podían”, rememoró Chavarría.
Al respecto, la antropóloga y afrodescendiente Marielba Herrera sostiene: “El santo negro es buscado para sanar a la población infantil de enfermedades propias de la edad, entre otras peticiones que le hacen”.
En su relato, Chavarría indicó que la imagen del santo llegó a Ereguayquín “de un pueblo donde hay negritos, hay colochitos”, y que su mamá la compró a muy bajo precio. “Mi mamá, desde que vino de Santa Elena, fue la mayordoma; después fueron otras señoras y después yo fui la mayordoma de la iglesia de san Benito de Palermo”, indicó.
Aunque la celebración aún se mantiene, no hay suficientes personas para mantenerla viva por mucho tiempo. “La tradición no se ha pasado porque ninguno de mis hijos, nadie del pueblo, quiere. Había una hermana que era bien entusiasta, tenía un grupo que se llama San Benito de Palermo, pero ella se murió”, agregó la mayordoma.
San Benito de Palermo fue beatificado por el papa Benedicto XIV en 1743 y canonizado por el papa Pío VII en 1807. Tiempo después, el culto a este santo se extendió entre los africanos esclavizados que llegaron a América.
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